Es como si sobre las obras para convertir en Contenedor Cultural —era el nombre empleado por el edil García—, al antiguo convento Regina Coeli pesara una maldición. Como si alguien le hubiera echado lo que denominan mal de ojo. En su origen la restauración de una parte del antiguo cenobio de las monjas dominicas tenía como objetivo convertirlo en el Museo de las Cofradías de la ciudad. Era lo que estaba previsto, cuando en fecha tan lejana como el tiempo de los primeros pasos de la anterior corporación municipal, que fue cuando el Ayuntamiento firmó con la Junta de Andalucía la inclusión de Córdoba en el Plan Turístico de Grandes Ciudades. Todo se desarrolló con tanta lentitud que fue necesario solicitar una prórroga porque los plazos se cumplían y las obras no se ejecutaban. La Junta amenazaba con retirar su participación en el programa y eso significaba el adiós a un buen puñado de euros. Esa prórroga hubo que renovarla nuevamente con el bipartito porque en el gobierno de la ciudad cambiaron los planteamientos. El antiguo convento ya no sería Museo Cofrade sino Contenedor Cultural y el mencionado edil anunciaba en los primeros meses de 2016 que las obras estarían concluidas para octubre de 2017. Es decir, estarían concluidas hace ahora un año.
No es necesario recordar que no ha sido así, aunque resulta conveniente hacer referencia a su incumplimiento ya que ahora entramos en época de promesas. Las obras no se adjudicaron hasta abril de este año y se hizo a una empresa cuyo nombre, para quienes estén versados en historia, daba una pista sobre el lugar donde está su razón social: Construcciones y Desarrollos Tudmir. Esta última palabra era el nombre con que se conocía en época visigoda el sudeste de la Península Ibérica. La sede estaba en la localidad murciana de Lorca. Se efectuó la adjudicación, pese a que la rebaja ofertada por la empresa adjudicataria era notable, lo que no fue obstáculo para que se considerase temeraria. Tres meses después de la adjudicación, la empresa en cuestión renunciaba al contrato que le había sido adjudicado en el correspondiente proceso de licitación pública y el Ayuntamiento. No inició las obras y se decidió resolver el contrato. Pero la resolución se llevó acabo de forma harto chapucera. Tanto que la Asesoría Jurídica del Ayuntamiento señala que es un caos donde se han infringido «las normas más elementales de procedimiento» y, con su correspondiente dosis de ironía, afirma que dicho expediente «no va a quedar como ejemplo de tramitación administrativa». A todo ello hay que añadir el que, desde la fecha de resolución del contrato hasta que se ha puesto en manos de la mencionada Asesoría, ha transcurrido tanto tiempo que no es posible reconducir el expediente para su nueva tramitación y aconseja que se comience todo el proceso de nuevo.
Ahora, en el gobierno bipartito, se habla de una nueva, la enésima, prórroga en el Plan Turístico de Grandes Ciudades. Mucho nos tememos que, con prórroga o sin ella, no haya tiempo para llevar a cabo obra alguna en el ex convento de Regina Coeli. Después de tantos desmanes administrativos y de una probada incapacidad de gestión no será posible con las elecciones en el próximo mes de mayo. Lo dicho al principio. Es como si sobre esa obra pesara una maldición o le hubieran echado el mal de ojo. Aunque muchos pensarán que se trata simple y llanamente de una absoluta incapacidad para la gestión de quienes gobiernan en el Ayuntamiento.
(Publicada en ABC Córdoba el 17 de noviembre de 2018 en esta dirección)